miércoles, 30 de marzo de 2011

La conjura de la cultura (todo sea por la gastronomía)

No hay nada como viajar y La Unión nos financia un boleto a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires donde este sábado la cultura porteña, siempre excesivamente contemporánea, hace su “Noche en Vela”. De entrada, te suena a remedio de aquellas insufribles trastiendas denominadas “Buenos Aires no duerme”.
¿Se acuerdan? Llegamos con mochila y viáticos para ir de Barracas al Botánico pasando por el puente peatonal de Figueroa Alcorta y descubrir que hay una calle que se llama Schifino donde -y siguiendo en plan revelaciónque hay unas chicas haciendo algo que se llama “danza anfibiótica”.
Más allá nos desafiaban con esta pregunta retórica: ¿Cuándo pasaste por primera vez una noche en vela? Ese era el nombre del espectáculo participativo que con el que nos reta Ana María Bobo, ni un pelo de su apellido, y narradora oral.
Una experiencia que sirve para que el señor Insaurralde aprenda lo que es una lección de sobriedad y sutileza, señor Insaurralde, sobriedad y sutileza a riesgo de confundir la movida con fracaso y decepción.
Mauricio juega al límite permitiendo que los sureños podamos hacer interpretaciones. ¿Ingenio o fiasco? Acá hay una calle cortada y 16 personas, la mitad de los que bloquearon la salida del gran Diario Argentino. ¡16!, contadas con los dedos de menos de cuatro manos asistiendo a la jam de escritura donde un irrefutable amigo de las editoriales llamado Juan Terranova alinea una palabra tras otra y todas esas señales de tipeo -¿cómo decirle de otra forma?- van apareciendo en una panatalla de cine mientras un chingui chhingui de fondo busca el eternamente característico sincopado beatnik.
Dieciséis dulces seguidores y dos cuadras cortadas. Dieciséis que serán 15 porque este diario no quiere que perdamos tiempo en cualquier cosa, y menos en una jam de escritura. Y bueno, a la editorial Mondadori no le gusta que la literatura sea un ejercicio de cavilación e introspección.
Quiere escritores como párrocos; escritores como Bono, el de U2. Señora, venga, vamos a otro lado. Hay que retirarse con dignidiad y sin ofender al muchachito que descarga letras sobre la pantalla. Venga señora, hágame caso que después esto sigue con una chica y, más tarde, hasta las cuatro del mañana, con otros jamers porque, lamentablemente, señora, la improvisación no conoce límites.
¡No, señora, el muchacho no es un organista! La música sale de allí y el muchacho está allá tecleando o enviando señales de tipeo. Encima Clarín es como si no hubiera salido el domingo y la sección dedicada a Macri no tendrá ningún reflejo de esto. ¿Quién decía que cuando los radicales no sabían qué hacer con la gestión, Lopérfido & friends organizaban recitales?.
Te lo preguntás atravesado de estroboscópicas durante la “Acción lumínica y sonora” que hay sobre la fachada de la Facultad de Derecho. Y acá nomás hay otra, en la plaza Francia. La instalación lumínica de un tal Nico Bernaudo. El programa reza: “cual frutos luminosos, el montaje de 100 esferas con secuencias de multicolor llama a reflexionar…”
¡Mi viiiida! Un candor ajeno se instala en nuestras mejillas receptivas y pudorosas. Un candor cool, Insaurralde. A nuestro alrededor hay un grupo de tipitos con cara de opas que seguramente remiten a la luz cegadora del frívolo que llevamos adentro.
¿Seguimos viaje? En La Casa de la Cultura que está sobre Avenida de Mayo está la “instalación anamorfótica”, señora, ¿quiere ir a ahí? No, el muchacho no es organista, señora, créame, es un muchacho que escribe cosas y trabaja para las editoriales. No es un producto de su imaginación ni de su cannabis.
Es, duele decirlo, Dalí no lo entendería y Borges mucho menos, es sólo un pobre producto de las editoriales . Créame o mejor juguemos a la influencia gastronómica.
¿Que cocinero habrá diseñado la Noche en Vela?. Insaurralde, tome nota: en plaza Francia también estuvieron “las sonoridades extrañas y acciones híbridas” donde –humildemente sospechamos que Francis Mallman estuvo detrás de esto- se anuncia un “enjambre de guitarras”.
Solo escucharlo y la señora que ya se olvidó del jam dice: “Tengo hambre”. Enjambre, en Palermo, no suena a guitarras sino a revuelto de zuchini con queso parmesano.
O sea, Insaurralde: arte enfocado hacia la gastronomía. Los restaurantes están abiertos, nos rodean, ahora nos siguen, ahora son cada vez son más y es tarde, pero no tanto para que las velas dejen de arder cuando comprendemos la razón de la Noche en vela: clowns, performers, escritores profesionales, bailarines, todos, todos están haciéndole el aguante a la gastronomía.
Macri hace Buenos Aires abriendo el apetito. No, no es paranoia Insuarralde. La Unión nos encomienda esta tarea y nosotros, de paso, te hacemos la inteligencia. Lomas precisa acciones híbridas con música accidental en fina salsa de champs. Precisa de “microficciones” y urge poner el vocablo “provocación” en algo, en cualquier cosa.
La provocación, Insaurralde, es sumamente mundana y cosmopolita. Y la provocación también es un volcán relleno de chocolate así que ¡a comer!

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